jueves, 8 de noviembre de 2012

El secreto masónico


Próxima entrada de la Imprenta de Benjamín, el domingo 18 de noviembre.
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El artículo, en francés, fue publicado por GADLU. Info y se reproduce con  autorización de ese blog.
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Título original
Les secrets maçonniques.
Alain Bauer
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Los masones prestan juramento prometiendo observar estrictamente el “secreto masónico”. Para la mayor parte de entre ellos, tal obligación es inherente a la pertenencia a la Orden.
Aun así, las “ Constituciones de Anderson” (1) de 1723 no utilizan jamás el término, solo recomiendan la prudencia.
Para las antiguas hermandades del Oficio (llamadas operativas) el único secreto residía en la “ palabra del masón”, que permitía al obrero ser reconocido entre las obras como un aprendiz, encontrar trabajo y en consecuencia obtener su paga, una suerte de diploma oral prefigurando las convenciones colectivas.
La iniciación misma parece haber estado reducida a su mas simple expresión, a veces incluso enteramente dedicada a la comunicación de la palabra. (2)
Los secretos eran sobretodo, de habilidades, técnicas, métodos, métodos de cálculo. El manuscrito Regius de 1390, como todos los textos del compañerismo, explicita esta situación que es una garantía de empleo y de ganancias.

Para la masonería especulativa, que definitivamente no parece ser continuadora de los operativos, al menos para Inglaterra, se hizo necesario crear símbolos y rituales, menos profesionales y mas iniciáticos.
El secreto de “ saber-hacer” ahora era el secreto de la iniciación.
Todos los escritos del siglo XVIII, sea que defiendan o que denigren a la masonería, subrayan la importancia del secreto en los “ misterios” proclamados de la Orden.
Para 1738 ( las primeras logias inglesa datan de 1717, las primeras logias escocesas aparecen en Francia en 1649, la primera Gran Logia de Francia, ancestro del Gran Oriente de Francia se constituye en 1728), el ritual masónico que comprendía los diversos procedimientos de iniciación, es divulgado por el teniente de policía de París, René Herault en Le Secret d´un Frey-maçon. En 1741, el abate Pérault, que publicó un famoso Secret des franc-maçons, indica: “ El secreto de los francmasones reside principalmente en la forma en que se reconocen”.
En 1745 aparece LÓrdre des franc-maçons trahi et leurs secrets révelés y después, en 1751, Le Maçon Demasqué.
Y la divulgación por difusión no cesará ya más. Las obediencias mismas, para asegurar la coherencia de su reclutamiento federando las logias se vieron obligadas a producir y hacer imprimir los rituales.
Durante la ocupación nazi, la aplicación de leyes antimasónicas ( que precedieron a las antijudías), permitió la publicación en el periódico oficial de Vichy, de la lista de todos los francmasones identificados por un servicio de sociedades secretas hurgando en la sede del Gran Oriente de Francia en París. El servicio publicará durante cuatro años un boletín ( Los documentos masónicos) y producirá también una película( las Fuerzas Ocultas).
Brevemente, todo lo que pudiera ser conocido de la masonería, sus modos de iniciación, sus procedimientos internos fueron publicados menos de diez años después de la constitución de las obediencias francesas.
Así, en 1737, el caballero de Raucour se asombra: “ Se nos ha seguido en todas las calles de París y no hay mozo de tienda que no nos salude con nuestros signos!”. Su interlocutor en Epernay confirmará que lo mismo sucede en provincias.(3)
Oponiéndose al secreto y al juramento masónico, la Iglesia católica no tardará en colocar a la masonería en el Index y luchar por todos los medios contra los francmasones.
La bula In Inminente, publicada en 1738 por Clemente XII no será mas que la primera de una larga serie ( 1751) por Benedicto XIV, 1865 por Pío IX y aún una encíclica de 1884 por león XIII).
Aplicada en formas diferentes por los países europeos, jamás fue registrada por el Parlamento de parís. En 1801, la aplicación del Concordato permitió ( por fin!) excomulgar a los francmasones franceses.
El código de derecho canónico de 1917, revisado en 1983, no menciona a la francmasonería, lo que no obsta para que la Congregación para la Doctrina de la Fé ( Ex Santa Inquisición) considere la adhesión como un pecado grave (5).

Es de hacer notar que la masonería inglesa, a pesar de su quasi-estatus oficial, no estuvo a salvo de que la Iglesia anglicana la obligara a rectificar sus rituales a finales de los años ochenta.
Hace entonces mas de un cuarto de milenio que los rituales masónicos han sido publicados, y aún el supuesto secreto suscita fantasías siempre pues detrás del secreto masónico, lo que se busca descubrir es la “ sociedad secreta”.
Comprometidos en la creación de talleres masónicos con prácticas insoportables para los fundamentalismos políticos y religiosos, abriendo el espacio de la logia a los debates tabú del exterior, los francmasones aparecen como complotadores en potencia.
Con todo, esta masonería de los orígenes fue mas de las tabernas que de las cavernas.
En una Inglaterra desgarrada por las guerras civiles y de religión, de conquistas al norte y al oeste, donde hasta toda reunión de pocas personas estaba prohibida y rebosante de espías, ¿ como inventar una sociedad secreta?.
Los amigos de Newton de la Royal Society justamente se reunpian en lugares públicos. El secreto de la creación de la orden en Inglaterra fue el coraje magistral de prohibir los debates religiosos en logia, de acoger a cada masón que no sea “ ni ateo estúpido ni libertino irreligioso”, sin exigirle ninguna creencia en particular, de pedir al noble compartir el tahalí donde llevaba la espada, en tenida, para escapar a toda distinción de clase o de nivel.
En Francia, la imposición por parte de las logias de provincia contra las de París para
democratizar la elección de los Venerables y con mandatos cortos, es lo que constituye la marca de fábrica del Gran oriente de Francia.
La masonería tradicional, muy comprometida, practicará un secreto muy relativo, y a menudo  las logias marchan en sus desfiles detrás de los estandartes por las fiestas de poblados y ciudades.
En 1848, los masones del gobierno revolucionario se reunieron con sus decoraciones.
Durante la Comuna desfilaron por las barricadas.
Muchas veces, las logias de provincias están instaladas en calles con nombres evocativos ( rue de la loge, du maçon, de la Maçonnerie, de l´Acacia…).
Antes de la guerra, numerosos periódicos de provincia publicaban hasta el programa de actividad de las logias en sus columnas.
Brevemente, la masonería jamás fue clandestina, a excepción notable del período de ocupación nazi.
Las propias Constituciones de Anderson imponen al masón en su artículo 2: “.. jamás se comprometerá en complots o conspiraciones contra la paz o el bienestar de la nación, ni se conducirá de manera irrespetuosa frente a los magistrados… “

Sin embargo, existe un secreto masónico, el único identificable: es el secreto íntimo de lo que se ha vivido durante la iniciación.
No poseyendo un clero ni sacramento alguno, la masonería en sus prácticas iniciáticas no prepara para lo ineluctable..
Permite renacer a un estado siempre viviente. La logia es ante todo una esperanza.
La masonería no es una Iglesia. No solo proclama amar a los hombres, sino que busca mejorarlos.
Además, debe develar de inmediato el contenido de sus promesas que no pueden ser reenviadas a la esperanza de un paraíso, de un purgatorio o del infierno.
Debe de inmediato comenzar a explicar y a instruir acerca de sus “ secretos”, que no pueden ser preservados en nombre de la preparación para el mas allá.
La propia masonería ha creado las condiciones de la preservación imposible del secreto masónico, del cambio sufrido por el profano en el momento de su iniciación.
Relatado por los nuevos iniciados, el sentimiento vivido parece casi indescriptible y hasta no reproducible.
Sintéticamente, ese secreto es tan poderoso que hasta quienes le conocen y deben hablar de él, no pueden expresarle. Y aquellos que han leído las experiencias precedentes, pueden garantizar no haber hallado en su propia iniciación aquello que sus mayores le  habían revelado..

Otra parte del secreto masónico se refiere a la discreción sobre la pertenencia. El traumatismo de la Ocupación (29.000 masones en 1939, 5500 en 1945), las humillaciones, persecuciones, asesinatos y deportaciones, volvieron a los francmasones especialmente prudentes.
Y con todo, las tradiciones y reglamentos no prohiben reconocer su pertenencia personal a la orden. Lo que está claramente prohibido es dar a conocer la pertenencia de un hermano o hermana que no lo hubiera deseado expresamente.
Al igual que las organizaciones sindicales o la organizaciones políticas, las obediencias masónicas no dan a conocer la lista de sus miembros, sino solo de los responsables electos.
Lo mismo ocurre en el Consejo de la Orden donde las instancias ejecutivas rara vez se realizan a puertas cerradas. La mayor parte de los francmasones pueden asistir a tales reuniones. Estas son tan discretas como cualquier junta de las grandes empresas o conferencias de redacción de los medios nacionales.

La tercera parte del secreto aparece cuando surge el problema de la degeneración del principio de solidaridad, que constituye una parte esencial de la pertenencia a la masonería. Así expresado en términos generales, ese principio fundador a podido a veces servir para la creación de redes de favores, protección de corruptores o corruptos, a la defensa de personajes dudosos. Cuantitativamente son pocos numerosos ( menos de unos treinta sobre 43.000 en el Gran Oriente de Francia).
Todos, por supuesto, han sido suspendidos o excluidos desde hace mucho tiempo, pero con una discreción que podría parecer, para el exterior, una suerte de complicidad pasiva.
Desde hace muchos años, esa dimensión del secreto ha sido suprimida y las instancias judiciales de la masonería asumen lo mas a menudo su misión “ mandiles propios”, marcando así la diferencia entre la inmensa mayoría de masones íntegros y honestos y aquellos que, como en toda sociedad humana, se sirven en lugar de servir.
Lo mas corriente son los fraternales, que reagrupan directamente a los masones por afinidades ideológicas o profesionales, fuera del control de las obediencias masónicas y(6) han favorecido la formación de tales redes  dejando bajo sospecha a todas las obediencias.

Otra dimensión, mas compleja, del secreto masónico fue propuesta por Jean Mourgues (7)
Recuerda que: “nadie tiene derecho mas que a la verdad que ha descubierto”. El secreto será así simplemente un modo de instrucción, una herramienta progresiva de comprensión del conocimiento. Del mismo modo, un esquema de circuito integrado en un programa informático, perfectamente público, podría aparecer como pleno de misterios insondables a quienes no sin técnicos en información.
“¿Qué diferencia existe entre el secreto que una persona no conoce y un secreto que no existe?.”
.El secreto sería ante todo una disciplina con  vistas a determinar las cualidades del postulante.
A diferencia de otras sectas, es difícil ingresar a la francmasonería, pero fácil de salir, y el costo es menos elevado que el abono al cable o al satélite. Se trata de crear una puesta en condición, con una cierta teatralidad en el momento mismo de la solicitud durante la iniciación.
El interrogatorio y el pasaje con los ojos vendados son elementos que refuerzan la idra de la existencia de un secreto.
El secreto sería igualmente un medio de comprobar el nivel del candidato y apreciar su capacidad de trabajar para comprender a su tiempo aquello que no haya podido percibir inmediatamente.
Los símbolos aparecen así como herramientas y deberán ser interiorizados en un proceso que supera al aprendiz y le orienta hacia su propia emancipación.
La iniciación sería una liberación que pasa por trayectorias complejas que revelan los modos de empleo poco a poco y en su medida, ese secreto se va presentando
progresivamente.
De ese modo, el secreto masónico es un concepto múltiple, evolutivo y con frecuencia incomprendido por aquellos mismos que defienden el principio.
La historia de la masonería demuestra al respecto que ese compromiso es totalmente aceptado por todos los masones, aunque no sea facil distinguir los contornos. Pero hay que recordad siempre en masonería, que el juramento acerca del respeto del secreto es aceptado libremente por hombres y mujeres que conocen que su obligación ante todo es un contrato con ellos mismos.
De todos modos se podría cuestionar la oferta actual con la transparencia que recuerda un higienismo social aplicado a los otros, obligados por sus propios secretos íntimos y que fácilmente puede ser portador de una posible deriva totalitaria donde la vida privada no podría ser otra cosa que pública, negando así la primera de todas las libertades.

 Será Oswald Wirth, uno de los grandes pensadores de la masonería del siglo pasado, quien dará la mejor conclusión posible a este ensayo, como cuando explicaba a sus pares, a propósito del secreto masónico: “ no tenemos nada que temer diciendo la verdad, no habrá persona que se la crea”.

NOTAS

(1) Ver la traducción francesa de Daniel Ligou, EDIMAF. [ 1]
(2) Ver estos números de la excelente revista Renaissance traditionnelle, especialmente loss 1-2, 3-4, 49 et 122.
(3) Citado en G. H. Luquet, La Franc-M açonnerie et l’État en France au XVIII
siècle,Vitiano, 1963.
(4) Humanum genus. [ 4]
(5) 26 de noviembre de 1983. [ 5]
(6) La Masonería también es plural: Las obediencias francesas son el Gran Oriente de Francia (GODF), masculina, nacido en 1728 y estructurado en 1773, ejerciendo y regulando todos los ritos ; la Gran Logia de Francia (GL), masculina, nacida en 1821 y estructurada en 1894 ; la Gran Logia Nacional francesa (GLNF), masculina, nacida de una escisión del Gran Oriente en 1913 ; la Logia Nacional francesa (LNF), masculina, creada en 1968 ; la Gran Logia Tradicional y simbólica Ópera. (GLTSO), masculina, nacida en 1958 de una escisión de la GLNF ; la Gran Logia Femenina de Francia (GLFF), femenina, creada en 1946 ;  Le Droit Humain, mixta, nacida en 1893. Debe notarse además la existencia de obediencias del rito egipcio como la Gran Logia Femenina de Memphis- Mizraim o mas recientes y mixtas como la GLMF o la GLMU.
 (7) La Pensée maçonnique, PUF, 5 éd. 1999.
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