sábado, 27 de noviembre de 2010

Acerca del mandil ritual de los francmasones.

Este trabajo cuenta con autorización de su autor el H. Ludovic Marcos, Conservador del Museo de la Francmasonería, GODF, Paris,  para ser publicado en el Blog Rito Francés.
Debido a ciertos inconvenientes, tal presentación fue momentaneamente postergada pero a fin de no privar a los HH. de su lectura, se publica hoy en esta Imprenta de Benjamín, blog igualmente asociado al   Círculo de Estudios de Rito Francés Roettier de Montaleau.
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Título  original : « A propos du tablier rituel des francs-maçons ». Con fecha de noviembre de 2007.
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El mandil que los francmasones llevan en sus ceremonias rituales, constituye una característica propia y original de la institución. La francmasonería es la única estructura que a partir de las prácticas y representaciones de un oficio, en este caso el tan prestigioso de la piedra en su tiempo, ha dado paso a una filosofía del hombre.
Es igualmente la única forma de sociabilidad profana donde los usos implican hasta un cierto punto a la gestualidad y el cuerpo y que en consecuencia, o por lo tanto, se basa en un lenguaje simbólico.
Es dentro de ese contexto que debe apreciarse la realidad y el significado  para los francmasones de este elemento vestimentario que cubre el bajo vientre y se abre a una serie de interrogantes e interpretaciones.

Tales particularidades y la discreción que le rodea alimenta las especulaciones acerca de las prácticas, calificadas por lo menos de ridículas sino de sulfurosas.
Esto es suficiente en todo caso, para detenerse y considerar la elección de un punto de vista histórico y antropológico que demanda evidentemente saber de que tipo de mandil se trata.
Hay que comenzar por recordar que la masonería se deriva de la transformación en el siglo 17 de las antiguas estructuras corporativas denominadas como francmasonería operativa.
Diversas necesidades impulsaron originalmente a los miembros de esa aristocracia de oficio a llevar al mutualismo gran parte de sus actividades, para proteger un aprendizaje y un imaginario simbólico.
La novedosa forma de la francmasonería, llamada especulativa, que aparece al principio del siglo 18, conservó el marco y las marcas de origen como signo de pertenencia y material de reempleo, puestos al servicio de una sociabilidad fraternal al invocar en especial a las nociones de libertad y de igualdad en sus nuevos términos y profesando un deísmo no dogmático.
Aunque se mantenía en el modo y la apariencia de una sociedad de diversión, festiva, esa nueva sociabilidad apartándose de las potenciales polémicas con el órden establecido, fomentará o acompañará en muchos paises, y en especial en Francia, al movimiento que en Occidente elevó el estatus de la persona, desde la sumisión a la ciudadanía.
Desde entonces la masonería sigue ligada a sus orígenes, manteniendo una cultura operativa en su aspecto de parodia, en tanto que vive un presente de fraternidad humanística. El mandil es a la vez la marca de ese orígen y de tal continuidad y es significativo de un compromiso de trabajo en tanto que modo,de realización personal y social, ayudando a asegurar el atrincheramiento y la cohesión del grupo.
Históricamente, ese mandil ha sido el punto de reencuentro entre la antigua cultura operativa y la especulacion, fechable hacia el siglo 17 y referida al Templo de Salomón.
Los mandiles originalmente, eran sin duda un elemento de la vestimenta del oficio destinado a protegerse de los cortes y astillas de las herramientas. Lleva así el orgullo y el reconocimiento corporativo y confraternal. Los miembros de las logias operativas conservaban sobre sí ese mandil en sus ceremonias, al conducir a los nuevos hermanos en las recepciones, incluyendo en ocasiones a unos pocos miembros que llamaban «  aceptados » - no manuales-  quienes eran recibidos a título de honorario y a quienes se les podía transmitir el Signo, el Pase y la Palabra del Masón. Fue así que ese cubrirse con el mandil grande y de cuero fuera adoptado naturalmente en las logias especulativas.
No existía diferencia alguna entre el mandil que llevaban los Aprendices y el de los Compañeros de Oficio: se trataba de una gran pieza de cuero flexible y suave, de color claro, que parece se extraía de la garganta de un cordero lo que explicaría la existencia de una « baveta » correspondiente a la parte del animal debajo de la boca.

Los miembros de los Talleres (como a menudo los masones describen a sus logias) que se desarrollaron rápidamente en Europa hacia los años 1720 y 30, practicaban desde el principio un simulacro de oficio.
Desde entonces se reúnen alrededor de una representación arquetípica del Templo de Salomón en el sitio de la construcción, lo que tiene una importancia capital para comprender lo que sigue.
En efecto, este emblema, trazado a la tiza, pintado, bordado, les daba la ocasión de mostrar las piedras, herramientas marcas y figuras geométricas del Oficio, ubicadas dentro de un contexto original, que era como decir : allí se reunió la primera logia, la logia madre de todas las logias durante la construcción del edificio. Hoy día la francmasonería está en el año 6007 en función de ese orígen presunto.
La evocación del Templo en construcción  tenía una tonalidad universalista que se sentía investida de una misión pacificadora novedosa para aquellos tiempos, a diferencia de otra que retenía la visión de un Templo universal  aún no concluído. Era una revolución filosófica.

Sin embargo, esa imágen sobre el piso, comprendía los signos, con un sentido y un uso ritual claro, ordenados en función de un eje orientado partiendo de dos columnas en Occidente llamadas J y B, citadas en las Escrituras, a las que se le superponen granadas ; tres pequeñas ventanas de barrotes, un damero negro y blanco llamado Pavimento Mosaico, además de diversas herramientas y sobretodo por la visión de un Delta- un triángulo- radiante en el Oriente, todo insertado en una cosmogonía elemental, con la Luna y el Sol,  y a veces las nubes y el cielo estrellado.

Las reuniones de los francmasones especulativos ahora consistía en situarse alrededor de esta representación, de esta imaginería, llamada Tapiz o Tabla de Logia. De allí proviene el nombre que se usa hoy en día, el de  «tenida » para calificar eso.
Se trataba entonces, originalmente, de un acto conmemorativo, rápido, edificante y en fin, reflexivo, a partir de la observación y del comentario en la tradición del « ars memoria »  medieval o del « art of memory » inglés.
Alrededor del Tapiz se organiza el espacio, se ejecuta una circulación dextrógira, se perpetúan los juegos de preguntas-respuestas codificadas como modos de reconocimiento (llamadas retejados), las ceremonias de iniciación y prestación de juramentos, y tendrán su lugar los sitiales, candelabros y el  mobiliario.
Finalmente, cuando los locales se hicieron permanentes, los grupos mejor instituídos y las ceremonias mas largas, los elementos representados sobre el tapiz pasaron a ser una realidad en tres dimensiones. El local así amueblado, llamado logia o Taller, terminará por denominarse tambien Templo.

En los años 1740 y posiblemente con buena lógica, aparecieron esas decoraciones sobre los mandiles de los francmasones especulativos.
Estos también sufren un cambio con la aparición del grado de Maestro en las logias, que no era hasta entonces mas que un cargo. Se van a diferenciar en mandiles que quedan blancos para Aprendices y Compañeros, de tamaño mas pequeño, ahora en cuero o en seda.
Terminarán mas adelante con la baveta elevada o rebatida según el primero o segundo grado. Paralelamente, los mandiles de Maestro son cada vez mas decorados, muchas veces con temas basados en la dramaturgia de ese grado, marcado por la muerte de Hiram, el Maestro arquitecto o directamente inspirados en los Tapices de logia de que se ha hablado.
Durante la segunda mitad del siglo 18, los mandiles llegan a ser el soporte de obras de composición. Pasan a ser Tapices de logia miniaturizados o simplificados con los principales motivos citados- columnas J y B, Luna y Sol, triángulo radiante, piedras bruta y tallada, herramientas, no solo la escuadra y el compás, sino la plomada, nivel, trulla, cincel, mazo, etc y en ocasiones un cenotafio y –o- un túmulo de piedras, un cráneo, la rama de acacia, etc.
El mandil de masón, se convierte desde esa época en el portador de un significado simbólico. Confeccionado mas y mas frecuentemente de seda bordada de hilos, de canutillos, permiten tener un mandil a la vez común y personalizado.
Sin duda que cuando es lujoso, permite igualmente un cierto lucimiento social. Era muy apropiado decir como hoy en día, al sumar las bandas y collares que alguien así vestido estába « decorado ».
El período que va desde el último tercio del siglo 18 al segundo imperio , fue la edad de oro de esos mandiles en cuero, seda, algodon o fieltro (rara vez), pintados o impresos, que hallamos hoy día en una gran variedad de modelos, de  mucha habilidad y creatividad.
Los diseños de artistas del bordado trabajando en esas confecciones, terminaron por formar las «Maisons » establecidas como Habert, Brun, Guerin, Teyssier, Orcel en Lyon, etc. La existencia de grados después de la maestría, llamados « altos grados », que fueron apareciendo en la segunda mitad del siglo 18 y se difundieron al final del mismo, será una nueva ocasión para diseñar nuevos tipos de mandiles de Elegidos, Caballeros de Oriente, siguiendo con los Rosacruces y  Kadosch en el siglo 19.

De todas formas, el acceso a los Hermanos de medios mas bien modestos a partir de 1830 y sobretodo de 1848, la posibilidad de realizar fácilmente series repetitivas, basadas sobre motivos simplificados, el desinterés parcial por el ritual durante el período de los combates republicanos, explican la baja progresiva de las creaciones y de la calidad después de esto.
Bajo la Tercera República, en el siglo 20, solo la Maison Gloton que hace su aparición por los años 1960, tratará de mantener una tradición o de crear nuevas formas de composición.
Solo recientemente y por razones ligadas tanto al interés reavivado de los Masones, como a las nuevas posibilidades técnicas, es que han aparecido algunas obras originales y estéticas. Entretanto el arte del bordado del mandil masónico está prácticamente desaparecido.

¿Qué ha sido y qué es el mandil ?¿Podría afirmarse que por su orígen profesional, por la personalidad de los fundadores, no solo hombres, aunque marcados por el clubismo britanico bien masculino, se trate aunque no se diga, de un mandil masculino ?
No parece ser tan simple.
Siempre hubo mujeres entre los constructores y en Francia, fueron iniciadas desde la mitad del siglo 18. Se instituyó una « Masonería de Damas », que conformaba unas cien logias en vísperas de la Revolución, pero es cierto que esa masonería llamada de Adopción desaparece para la mitad del siglo 19. Los mandiles de las Hermanas de esa época son mas redondeados, festoneados, decorados de motivos específicos del ritual femenino : Rosas y la escala de cinco barras, Eva ante el Arbol del Conocimiento, con la serpiente y la manzana de la tentación( !), el Arca de Noé, la Torre de Babel, etc.
Desde fines del siglo 19, las  mujeres vuelven a aparecer poco a poco en la masonería, esta vez haciéndose cargo- por la fuerza- de las decoraciones y usos masculinos tal como la creación de la obediencia mixta del Derecho Humano, fundado por Marie Deraismes, al que se une Louis Michel.
El resurgimiento de la antigua masonería de Adopción, específicamente femenina se hará en 1902. Finalmente para los años 1950 se adoptan los riruales masculinos en el seno de lo que es hoy la Gran Logia Femenina de Francia. Un solo Taller fememino, Cosmos, conserva el rito original.
Las francmasonas representan al comienzo de este siglo xxi un cuarto de la francmasonería francesa que comprende unos 150.000 miembros.

¿Qué uso hacen los francmasones de ese mandil ? Es cierto ante todo, que ese atributo es un signo identificatorio fundamental, que conlleva tanto la idea de continuidad con la antigua hermandad, como la noción de universalismo y un profundo apego al trabajo (tanto intelectual como manual dicen los rituales), donde es específicamente designado como «emblema ».
Aún permite alimentar un mítico entorno de los constructores de catedrales y de «maestros venerables » de entre ellos, aunque no exista continuidad orgánica alguna con los mismos.
Regularmente se emplea como tema de plancha en los Talleres, por ejemplo como signo de igualdad, modo de libertad interior, símbolo geométrico (cuadrados basados en el número de oro, cuadrados con triángulos superpuestos), evocación de los orígenes, alegoría del silencio, forma y receptáculo de astillas de la piedra tallada, negación de la personalidad en la construcción, como enlace a los oficios con blusa y  delantal, reflexión sobre el pectoral y el vestido que permite proteger y mostrar a la vez, etc.
El mandil marca la pertenencia masónica de modo tan significativo que se habla de «mason sin mandil » para referirse a uno que reune las cualidades pero sin serlo formalmente.
El mandil masónico es el medio de efectuar una separación con el mundo llamado «profano », de quedarse al resguardo de las turbulencias de la sociedad y de situarse en igualdad cara a cara con otros, cualquiera sean las jerarquias exteriores.
Se presenta como una superficie, una «decoración » de proyección y representación que fortalece la gestualidad del cuerpo, importante en francmasonería. Es en definitiva una « pantalla » en todo el sentido de la palabra.
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